PSYCH-K: ¡La Pieza Paz Que Falta en Tu Vida!

Robert M. Williams, M.A.

Prólogo

   La percepción de que nuestras vidas son controladas por nuestros genes es tan fundamental para nuestra civilización, que este dogma se ha incorporado en el nivel más elemental de la educación infantil. El mensaje de que “los genes controlan la vida” es repetido continuamente en todos los niveles de la educación, desde la escuela primaria hasta la licenciatura de medicina. Las personas en general han sido condicionadas para creer que el cuerpo humano representa un mecanismo autómata controlado genéticamente. En apoyo de esta creencia, atribuimos nuestras capacidades y más importante aún, nuestras discapacidades, al carácter de nuestros códigos genéticos heredados.

   Ya que los genes aparentemente controlan los rasgos de la vida de un individuo, y ya que no tuvimos ni voz ni voto en los genes que nos fueron proporcionados en el momento de la concepción, es posible que nos consideremos víctimas de la herencia. 

   Hemos sido programados para aceptar que estamos al servicio del poder de nuestros genes para crear la experiencia de nuestras vidas. El mundo está lleno de personas que permanentemente temen que algún día inesperado, sus genes se van a tornar en su contra. Considere la cantidad de personas que perciben sus genes como bombas de tiempo, esperando por el cáncer, o cualquier otra enfermedad catastrófica que amenace su vida. Millones de personas les atribuyen sus problemas de salud, desde enfermedades cardiovasculares, a insuficiencias de los mecanismos bioquímicos del cuerpo. Padres angustiados con frecuencia culpan el comportamiento indisciplinado a los “desequilibrios químicos” en el cerebro de sus hijos.

   El dogma científico común insiste en que somos receptores de generación en generación de los códigos genéticos que nosotros aparentemente somos incapaces de cambiar. En consecuencia, no sólo nos encontramos como víctimas de la herencia, sino también impotentes en lo que respecta a nuestra capacidad para “reprogramar” nuestro destino. Al asumir el papel de víctimas impotentes, podemos negar nuestra responsabilidad en los problemas de salud, tanto física como mental. Lamentablemente, esta negación se traduce en una enorme cantidad de sufrimiento humano y de enfermedades.

   Hasta aquí las malas noticias.

   Las buenas noticias son que, de hecho, no somos víctimas de nuestros genes. Recientemente, sorprendentes avances en la física y en la biología celular han hecho tambalear las teorías fundamentales de la biomedicina convencional. Una nueva y radical comprensión emerge en la vanguardia de la ciencia celular, reconociendo que el medio ambiente y, más concretamente, nuestra percepción del medio ambiente, controla directamente nuestro comportamiento y la actividad de nuestros genes. Debido a que nuestra “percepción” puede ser exacta o inexacta, es posible y más apropiado referirse a ellas como creencias. Creencias que controlan nuestra biología, no nuestros genes.

   Los nuevos avances en la física y en la biología nos llevan a un futuro de esperanza y de autodeterminación. Rob Williams en su libro, sencilla y profundamente en su libro, emite una nueva luz sobre un cambio importante en nuestra comprensión de la mente humana y en su influencia en la biología y en el comportamiento. La psicología del cambio personal presentada en las siguientes páginas representa un paso de gigante hacia la liberación de nosotros mismos, de las limitaciones, y de los conceptos obsoletos sobre el crecimiento personal y el desarrollo. Señala el camino para convertirnos en dueños de nuestro destino en lugar de ser víctimas de nuestros genes. Al aplicar estos principios se puede acelerar drásticamente la verdadera expresión de nuestra naturaleza como seres espirituales de potencial ilimitado.

Bruce H. Lipton, Ph.D. – El biólogo celular. El autor de Biología de la Creencia.