Cuando hablamos de Escucha activa no hablamos sólo de lo que escuchamos con los oídos. Hablamos de estar atentos, presentes, de practicar la atención plena. Escuchar hacia adentro y luego ver qué pasa afuera.
Manejar la incertidumbre y la ambigüedad, abriéndonos a todo, incluso a aquello que nos hace sentir inseguros.
Saber decir que no a las demandas externas e internas según nuestras propias expectativas para ser coherentes con aquello que escuchamos o que no estamos escuchando y queremos escuchar.
Evitar el ruido exterior e interior durante ciertas horas al día: televisión, música, lectura, compañía. Hacer silencio es el factor más importante. Hacer silencio, quedarse quieto, sólo observándose. La soledad forma parte de esta escucha.
Reaccionar de forma automática frente a los otros y a las circunstancias de la vida, en lugar de parar, perder el miedo a parecer lentos, que cuando estés entrenado será muy rápido, para escuchar primero lo que verdaderamente queremos hacer con nuestra vida y no lo que se espera de nosotros. Y aunque tengamos que responder lo que se espera de nosotros en un momento concreto y si eso no es lo que queremos, estar actuando de forma muy consciente, y realizar ese cambio cuando veamos el momento oportuno o, incluso, crear ese momento, esas circunstancias para darle la vuelta al entorno y reconducir nuestra vida.
Lo que escuchamos y lo que no escuchamos, también se escucha.
Escucharnos a nosotros mismos, pero también escuchar a la fuente creadora, al campo, a la materia primordial y recibir información valiosa para nosotros y para los demás. Para esto es imprescindible el silencio y la quietud.
Escuchamos pensamientos, sentimientos, sensaciones, emociones, escuchamos al cuerpo, a cada terminación nerviosa de nuestro físico. Escuchamos a nuestros amigos, familia, compañeros de trabajo, al entorno en general. Todo está allí para nosotros como si fuésemos nosotros el único espectador que existe. Escuchar y saber distinguir entre lo que soy y lo que no soy. Saber que mis pensamientos están ahí pero no identificarme con ellos. Que yo no soy mis emociones sino el ser que las experimenta…, etc.
TODOS SOMOS UNO SIGNIFICA QUE SOMO UNA SOLA CONSCIENCIA OBSERVANDO A TRAVÉS DE CADA OJO, SINTIENDO A TRAVÉS DE CADA PIEL. Por eso aquí la escucha activa del otro es tan importante, no sólo para el otro, sino para nosotros porque, finalmente, no hay diferencia en ello. Tú y yo somos parte de lo mismo.
No puedes escuchar a menos que te abras a lo desconocido, a todo lo que no sabes, …
Tampoco podemos escuchar realmente si no soltamos TODO, si no soltamos nuestras expectativas, miedos e incluso alegrías. Esta es la parte más difícil de la escucha. Soltar expectativas, sueños, miedos, soltar el sentirse amado, soltar nuestra propia identidad o lo que creemos que es nuestra propia identidad. Todo esto genera ruido interior. Sentirnos seguros y saber que NO NOS VA A PASAR NADA MALO SI DESCANSAMOS DE NOSOTROS MISMOS UNOS BREVES MINUTOS AL DÍA. DE HECHO, NOS ENCONTRAREMOS REALMENTE.
Es común no querer escuchar ciertas cosas. No hablo de lo que elegimos o no elegimos escuchar, de lo que queremos o no queremos en nuestra vida. Hablo de cuando en una relación que amamos, por ejemplo, se sucede algo o una conversación y el otro nos está diciendo algo que no queremos escuchar. O, cuando estamos viviendo alguna circunstancia que no es lo que esperábamos. Aquí es muy importante escuchar. Puede no ser fácil abrirse a eso, pero siempre es necesario hacerlo. La falta de este tipo de escucha puede revelar una gran falta de seguridad en uno mismo, falta de amor hacia uno mismo y hacia el otro, intolerancia, nuestros propios miedos, …, cada uno tendrá que descubrir ahí, qué es lo que está revendo esa resistencia a la escucha. Nos será más o menos placentero, pero escuchar siempre nos conviene. De hecho, si soltamos estas resistencias, encontraremos grandes verdades en esta escucha. Por alguna razón existe esa resistencia que siempre es del ego, mi falto yo.
Una de las técnicas más apropiadas para la escucha es la meditación. Podemos hablar de este tema en una próxima charla. Hay muchas formas de abordad la meditación y meditar con finalidades “diferentes”, porque la última finalidad es siempre la misma que es nuestra propia evolución de consciencia. Podemos hacer meditación auto alusiva, contemplativa, para hacer silencio, para conectar con la fuente, con alguna parte de nosotros mismo que queremos recuperar o sanar, meditar para la sanación, tanto del cuerpo como de la mente o emociones, como para la consecución de cualquier objetivo que tengamos en la vida. En definitiva, la meditación es un método de escucha por excelencia.
Más que nunca hoy, vivimos en una era en la que cada uno debe encontrar SUS propias verdades. Escuchar y aprender de otros es parte del proceso, pero, NUESTRAS VERDADES, NUESTRAS RESPUESTAS, son únicas y personales. Debes encontrar tus propias respuestas en el silencio de tu verdadero SER no en el ruido de tu ego y mucho menos en el ruido del ego de los demás. Si te cuesta hacerlo, o si no sabes cómo hacerlo o cómo empezar, busca ayuda. Pero cada uno debe ser su propio maestro. Si tus maestros están sólo fuera y tu careces de la maestría de escucharte, llegará un momento en el que te quedarás sin sostén. Tú debes ser tu primer maestro. ESCUCHA.
No toda la información que recibimos tiene que ser consciente. La MAYOR parte de la información la recibimos a nivel subconsciente.
Veremos que, en los momentos de acción seremos mucho más efectivos, haremos más con mejor esfuerzo y en menos tiempo, tendremos más fuerza física, cuando nos tomamos de forma regular estos momentos de silencio y quietud.
No se trata de ser más rápidos, de hacer más o de obtener más sea lo que sea, se trata de ser más sabios siendo más conscientes.
Paula A. Manes.
Terapeuta Holística.
Facilitadora de PSYCH-K®.
Lectora de Registros Akáshicos.
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