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Benevolencia

   Palabra que nos exhorta a ser conscientes donde las haya.
   Benevolencia con uno mismo y benevolencia con los demás. Aunque cabe decir que todo lo que nos aplicamos a nosotros mismos, inevitablemente, lo practicamos con los demás. No puede ser de otra forma.
   Ser benevolente con el otro, no sólo trata de respetarlo, aceptarlo, no actuar con él/ella de una forma que no me gustaría que me trataran a mí, sino que implica que todos mis pensamientos y emociones hacia esa persona vayan en esta misma línea: No pensar, no sentir por él o ella lo que no me gustaría que pensaran o sintiesen por mí. Y no te apresures a juzgar estas líneas, lo explicaré con detalle. No se trata de quedarme junto a quién no quiero, eso sería no ser benevolente contigo mismo.
   Se trata de aceptar y comprender que cada uno se encuentra en un momento diferente y único de evolución, que cada uno debe aprender de sus propias experiencias, (en ocasiones, podría implicar quedarse solo por no saber convivir con los demás), y saber, siempre saber, que todo ocurre por una BUENA razón.
   Al atender y ser consciente de lo que estoy pensando y sintiendo por el otro, soy consciente de quién soy yo, de cuál es la naturaleza de mis emociones y pensamientos y cómo quiero definirme ante ellos: de decidir juzgar por lo que veo o de decidir “dejar ir” y soltar lo que no me hace feliz sin juzgar, sabiendo que hay una extensa cantidad de información que no conozco, que nunca conoceré y que no me corresponde a mí sentenciar a nadie. Lo más importante no es lo que hago, sino por qué razón lo hago. No obtenemos el mismo resultado personal ni social si, por ejemplo, me aparto de una persona o situación porque considero que no es bueno o buena para mí que si me aparto como forma de castigo para el otro. Te puedo asegurar que los efectos en ti mismo y en el entorno son muy diferentes, aunque a simple vista y a corto plazo parezca no tener mucha importancia.
   La benevolencia, como tantas otras formas de SER, pueden parecer poco efectivas a corto plazo y éste es uno de los mayores inconvenientes que tenemos en la sociedad: ser cortoplacistas. Matamos nuestras buenas acciones e interrumpimos nuestra evolución creyendo falsamente que lo más rápido es lo mejor. Dile a un niño en el vientre de su madre que nazca a los 3 meses o rompe el capullo en el cual una mariposa está fortaleciendo sus alas para verla volar antes, sólo por dar un par de ejemplos. El niño no sobrevivirá y la mariposa tampoco. La benevolencia es un estado de ser que nos garantiza un mundo mejor, una salud duradera y una convivencia sana entre muchas otras cosas como solución definitiva, que tal vez, en algunos casos, puedas considerar blanda o ineficaz sólo en apariencia, sólo a corto plazo.
   Ser benevolente implica tener una gran fortaleza en todas las áreas del ser humano. No significa ser blando o débil: sólo inténtalo y lo sabrás. Implica templanza, sabiduría y mucho valor.
   Ser benevolente con el otro inevitablemente se transforma en benevolencia para con nosotros mismos. Si no tengo por el otro, pensamientos recriminatorios, sentenciadores o negativos, estoy limpiando MI propia mente y en consecuencia limpiando mis emociones y en consecuencia mi salud, mis células y la química de mi cuerpo de estos pensamientos, sentimientos, emociones y frecuencias dañinas a todos los niveles.
   Ser benevolente con nosotros mismos y con los demás, es ser benevolente con la sociedad, con la humanidad, sabiendo que, de esta forma, dejaré de ser parte de un proceso de retroalimentación de negatividad, ira y “castigo”.
    Ser benevolentes es ser conscientes de que cada otro es un otro yo, de que cada uno de nosotros formamos parte de UNA SOLA CONSCIENCIA mirando a través de cada ojo, conociéndose a sí misma. Cuando alcanzamos este estado de consciencia nos podemos menos que ser benevolentes, pacientes, amorosos, corregir con amor si fuese necesario y predicar con el ejemplo, siendo ese cambio que queremos ver en el mundo regalándole al otro, en definitiva, a nosotros mismos, nuestra mejor versión.
    Ser benevolente es un compromiso con tu propia PAZ, con la PAZ de tu mundo y, en última instancia, con la PAZ de todos que se traduce nuevamente en retroalimentar tu propia PAZ.
     Ser benevolentes es TRASCENDER la mente, trascender el ego y SER y HACER la PAZ MÁS ALLÁ DE TODA COMPRENSIÓN sabiendo que no hay caminos para el AMOR y la PAZ, sino que la PAZ y el AMOR son el camino.
Paula A. Manes.
Acompañante Espiritual. Terapeuta.
Lectora de Registros Akáshicos.
Facilitadora de PSYCH-K®.
+34 675 68 27 15 – España
paula@haciendovidasmasfelices.coa

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